La tarde de hoy es fría y lluviosa en la Ciudad de México, parece que por fin llega la tan esperada temporada de lluvias, con esto uno se espera que no haya más recortes de agua y que la inmensa urbe donde vivimos se limpie un poco aunque sea sólo por un trapazo que apenas logra quitar algo del polvo y basura acumulada por mucho tiempo.
Estas lluvias pueden que sean sólo pasajeras como muchas cosas aquí, pasajero el "virus "que nos puso ante los ojos del mundo como un bicho raro y de considerable cuidado ocasionando absurdos “brotes” de discriminación y acciones de risa por parte de muchos países, sobre todo de allá abajo, a quienes les hemos dado la mano cuando parece que nadie pretende ayudarlos (no entraré en detalles ni diré nombres, ahí la dejamos), pero eso nos pasa por ser siempre el amigo de todos, los buena onda. Como algo pasajero pretenden que así sea la crisis económica que ha colapsado a casi todo el mundo (digo casi porque en países como Suecia, Noruega, Suiza, Canadá, y alguno más, la crisis les hace lo que le viento a Juárez) y esto no es más que el resultado de una economía fantasma y traicionera de los gobiernos hacía los ciudadanos, nosotros, el pueblo, la clase trabajadora que le damos tarjetazo a nuestro día a día sin pensar que el banco, al día de hoy, no es más que uno de los peores enemigos y que a base de mentiras han logrado que sea un mal necesario, que recuerdos (yo no lo viví pero lo escuché en tantas reuniones familiares, melancólicas conversaciones post cena con café y algún pan de dulce incluido) cuando el banco te pagaba para que manejara tu dinero, hoy en día estar en un banco representa empezar a pagar y pagar y pagar… y así infinitamente sujeto al variable del interés o a la tasa fija, pero ¡cuidado y no tengas historial crediticio porque no te presta ni Dios! Como siempre aflora el espíritu mexicano y sino Televisa te lo recuerda bombardeándote con múltiples spots publicitarios tomando de bandera a Lucerito, la Trevi y compañía (seguro que ellas están bien afectadas por la crisis) que se esmeran en recordarte todas la veces en que hemos caído en lamentables situaciones y cómo, a base de esfuerzo y unión, nos hemos levantado, no cabe duda que al escuchar esto se nos enchina la piel, sobre todo con la Trevi, y nos armamos de motivación para salir al día siguiente y seguir chambeando bajo unas condiciones, en muchos casos inaceptables e injustas, y no quiero generalizar completamente por si ahí hay alguien honesto y que realmente le preocupen sus trabajadores. Pero no hay de qué alarmarse, estamos en México, esto es pasajero como la intermitente lluvia que cae hoy por la tarde y que me ha hecho pasar un mal rato caminando por C.U.
Estas lluvias también traen nuevos aires, viejas sensaciones de que todo va a salir bien, algunos ya podrán dormir sin el fastidioso calor ni el pegajoso sudor en sus camas por la noche, regresarán a las cobijas sino se morirán de frio, (y en estos días agarrar una gripe no es lo más recomendable), algunos ingenuos, nada previsores, como me ha pasado hoy a mí, todavía andan con una simple playerita de algodón por la calle, sin darse cuenta que ya llegó el tiempo raro e intermitente, extraño y surreal que vive la Ciudad de México, pero es en este clima, de los cielos grises, las calles mojadas, el sol agobiante, las tormentas monótonas, los inesperados arcoíris, los calores a medio día y el frío por la tarde, donde siempre hemos vivido.
Hace un par de días, sin pensar que hoy me mojaría totalmente los pies y parte de la camiseta y me encabronaría con la lluvia por haber caído estrepitosamente a las dos y media de la tarde cuando había calculado que empezaría a llover a las cinco, Mario Benedetti fallecía en su natal Montevideo, y como a mucha gente, eso le llenó de nostalgia y tristeza pues se iba otro de los grandes, aquel poeta, cuentista, ensayista, novelista, narrador de historias propias y ajenas pertenecientes a sus vivencias y sueños, un más de los nuestros, aquellos que pusieron a Latinoamérica en la élite literaria mundial y que sobre todo lograron darle una identidad propia a sus narraciones, pero yo voy a recordar a Mario Benedetti, entre muchas cosas, por su afición al futbol, algo que quizá comparta con muchos aficionados como yo que, si bien, no tenemos el don del escritor, podemos compartir algo de su sencillez y que lo hacía mortal como cualquiera de nosotros con algo tan simple como el futbol. Y es que Mario nunca ocultó su afición como muchos otros “letrados” e “intelectuales” que reniegan del deporte más popular en casi todos los países de Latinoamérica, pero que siempre terminan entrándole al rondo, Mario era “hincha” del Nacional de Montevideo y en su novela “Andamios”, que escribió en su exilio español, donde nos regala un poco de su añoranza por saber cómo le iba a su equipo o a cualquiera de la liga Uruguaya.
Y ya que nadie te informa de cómo van Peñarol o Nacional o Wanderers o Rampla Juniors, te vas convirtiendo paulatinamente en forofo (Hincha, digamos) del Zaragoza o del Albacete o del Tenerife, o de cualquier equipo en el que juegue un uruguayo o por lo menos algún argentino o mexicano o chileno o brasileño.
Que grande Benedetti, porque te lo puedes imaginar perfectamente sentado en la grada de algún estadio comiendo pipas, viendo y gritando emocionado por alguna jugada o cantando un gol que no fue con ese acento urugascho, inclusive sentado al lado de ti, y tu sin darte cuenta que ese señor que grita ataviado con una bufanda de algún equipo y tiene ya el suelo lleno de cascaras de pipas es uno de los más grandes poetas.
Mario Benedetti nunca se olvidó del futbol, como lo iba a olvidar cuando por radio escuchó aquel Uruguay – Brasil de 1950 que desde entonces se recuerda como el “Maracanazo” a Mario le tocó una época donde el futbol estaba lejos de convertirse en un sucio negocio, donde el futbolista podía trasmitir lo mismo que una poesía (no digo que ahora no suceda con varios jugadores, pero sí que el dinero ha sido factor de desprestigio dentro del deporte), cómo no iba a gozar con Nazassi, Obdulio, Gambetta, Ghiggia, y muchos más que tenían a la selección Uruguaya como una de las mejores del mundo. Son varios relatos donde desahoga esa afición, pero sobre todo en el cuento “Puntero Izquierdo” publicado en un libro de cuentos llamados Montevideanos en 1954, en “El césped” publicado en 1990, “Andamios” de 1996 y en el poema “Tu tiempo es real” dedicado a Maradona (hasta Benedetti le dedicó un poema al Diego), donde nos damos cuenta que Mario Benedetti era hincha del deporte más hermoso del mundo, el futbol.
Ya oscureció, sigue lloviendo y yo sigo con los pies mojados, hoy (y siempre) comparto esa sensación futbolera con Mario Benedetti, y con muchos de ustedes que seguro le van a Pumas, al Barcelona o a cualquier otro equipo, qué más da la camiseta si la pelota está en juego.
Este texto es parte de la columna "plano secuencia (la vida secreta de las palabras)" que me doy a la tarea de escribir en: www.universodeportivo.com pero he sido tristemente sensurado, mi opinión que aparece en universodeportivo, se ha limitado a un poco de lluvia y el homenaje a Benedetti, le han cortado la parte del virus, los bancos y televisa. Por medio de este blog estaré subiendo todo lo que escriba para la columna por si le siguen cortando pedazos a mis comentarios.
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